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¿Matar un chivo?

Una manera de ganar el sustento

Carlos Guzmán (*)


Suena salvaje, suena cruel, pero en el argot de los músicos ticos matar un chivo suena a fiesta, espectáculo, trabajo y sustento. ¿En su casa mataron un chancho?, nos preguntaban cuando chiquillos, porque muchas veces se sacrifica al pobre cerdito para simbolizar la gran fiesta, en la que hay que alimentar a muchos invitados. De manera similar, en algunos países del Caribe se come la carne de chivo en deliciosos guisos, preparados con esmero para festejar en grande.

Es posible que en algún pasaje de nuestra historia, alguien vino con el extranjerismo de comer carne de chivo en vez del chancho tradicional, y los músicos dijeron: es una fiesta grande, van a matar un chivo. ¿Cuánto hace de eso?, no tengo idea. Le pregunté a Paco Navarrete y me dijo que cuando comenzó a travesear el órgano Hammond en el Tennis Club, por los años sesentas, ya todos los músicos hablaban de chivear.

A punta de notas. La primera vez que escuché ese término, aún usaba pantalones cortos y cruzaba descalzo a mil por hora los anchos corredores de la García Monge, pero ya cantaba alguillo y con mis hermanos hacíamos lo mismo que hoy; traer a casa el pan indispensable y bien ganado a punta de notas musicales. Cuando llegué al Castella –sexto grado– todos hablaban de matar chivos.

Recuerdo al Macho Obando, profesor de guitarra que me invitaba a dar serenatas y le decía a mi mamá: "Disculpe, doña Tere, me voy a llevar al chiquito; es que tenemos un chivillo por aquí cerquita". Luego en la Sinfónica Juvenil encontré que los chiquillos decían lo mismo, pero en un sentido peyorativo, si era un concierto formal era un toque, pero si era fuera del programa: una grabación, matizar una cena de bodas, acompañar a alguien, o ser jurado en un festival, era irremediablemente un chivo. Después se generalizó. Hoy se dice chivo a todo tipo de actuación musical, desde echarse una piecilla como telonero de un artista famoso hasta el conciertazo de Gaviota en el Musikhalle de Hamburgo. Por cierto, qué buen chivo fue ese. Inolvidable setiembre del 97.

Fino, güeso o brujo. Chivos hay de toda especie, y algunos tienen sus adjetivos. Se mata, por ejemplo, un chivo fino, chivo güeso, chivo informal (no hay que ir muy elegante), chivo doblado (cuando es por televisión con las pistas grabadas), chivo por la puerta (se gana según la gente que ingrese) o el más extraño calificativo: chivo brujo, que es gratuito, donde la única paga son los aplausos, golpecitos por la espalda y con suerte, un refrigerio. Cuando estábamos en el grupo de jazz de la Universidad Nacional y solamente matábamos chivos brujos bautizamos esa orquesta "Grupo Refrigerio". ¡Imagínense!

A veces la palabra chivo suena mal, por eso algunos colegas utilizan variaciones. Me llamó mucho la atención el grupo religioso Senderos cuando les oí decir: "Vamos a sacrificar un cordero".

El siguiente es un diálogo muy común en el bus de algún conjunto, o en la Sinfónica, o en La Esmeralda, o en cualquier sitio donde se reúnan varios músicos: "¡Diay, qué!, ¿cómo van esos chivos? Pura vida, gracias a Dios. Ayer matamos un chivillo bastante bueno, la gente estaba feliz y nos salieron varios chivitos más. Lo malo es que vamos a tener que matar dos chivos brujos para que nos den los otros, pero ¡diay!, para eso estamos los músicos, siempre en esta chiveadera".

Así que matar chivos en Costa Rica no es ni más ni menos que ir a tocar, sacarle notas a esos nobles instrumentos, afinar las cuerdas, pulir gargantas y expresar las magníficas emociones que nos envuelven en el maravilloso universo de la música, siempre luminosa, siempre amada.

(*) Director Grupo Gaviota

La Nación. San José, Costa Rica. Lunes 16 de octubre, 2000